Elogio de «Ludi» III.-El era el mejor propagandista de sí mismo-
¡Versos y más versos! Pero había más. Porque sus hogareñas expansiones familiares también tenían su proyección al aire libre. Vimos al Ludi que llevaba el cómputo de las fiestas patronales gijonesas y, además, siendo actor él mismo, las resumía en poemas que llegaban hasta el gran público a través de los medios de difusión. Pero vuelvo a decir que había más. Y es que, en el solsticio de verano, cuando el sol enerva la sangre, canta el cuco y el cielo, límpido de nubes, bruñe la guadaña de su medialuna como en querencia de segar divinas mieses, Ludi, desazonado, vivía pendiente de ir acá y acullá, sin importar el sitio, para solazarse con flor o ramo, santa o santo de las múltiples advocaciones que cultiva Asturias.
El itinerario era variadísimo: Villaviciosa con su Virgen del Portal, Quintueles con San Bartolomé, Pola de Siero con su Carmen y Carmín, Tazones con San Roque… Podemos decir que toda Asturias le era conocida, y. por serlo, llevaba prendida en su alma que era tanto como llevarla en los puntos de su pluma:
Oh, fiesta, de encantos llena!
Oh, fiesta, rumbosa y magna!
Oh, fiesta, que de alegría
y amor inundas el alma!
¡Oh, Carmín, que en toda Asturias
tienes nombre y tienes fama!
¡Oh, típica romería de doncellas y de damas
donde se llora y se ríe
donde se sufre y se canta,
donde se vierte a torrentes
la rica sidra dorada,
donde el olor se percibe
de las áureas empanadas,
donde el ixuxú se oye,
donde se escucha la gaita,
donde se bebe y se danza,
donde el galán a su dueña
de boda le da palabra (…)
Y su glosa era como un delirio de asturianía en el que se entremezclan vetustas tradiciones que hablaban de un romancero que se hizo extensivo a todos los confines de la patria. No podía ser por menos. Eran horas vividas bajo el cielo de Asturias que, inimaginablemente, gravitaba sobre las conciencias y reverdecía sentimientos dormidos e intuiciones que jamás se podrían extinguir. Ludi, artista al fin, continúa y recoge en sus versos todo ese caudal que es el ayer, el hoy y será el mañana en el rebrillar de los ojos de nuestra mujer ideal:
La que embelesa si canta,
la que al relucir el disco
de la luna bella y clara,
cantó con voz argentina,
con voz fresca y atiplada,
al son de la danza prima,
al son de la prima danza.
aquella sentida copla
que Jovellanos mentara:
¡Ay!, un galán de esta villa,
¡Ay!, un galán de esta casa.
¡Ay!, él por aquí venía,
¡Ay!, él por aquí pasaba (…).
Singladuras sentimentales y, en ocasiones, estampa casi bucólica. Ludi está ahí. Alentado por su familia y muy cerca del hórreo. Lo más -mucho y principalísimo- lo dejó dicho él. Y esta sorprendente facilidad de captación de Ludi, junto con el éxito imborrable de su libro Un kilo de versos, hacen que sea conocido por doquier y, muy especialmente, en los medios populares de toda la provincia. Sus producciones poéticas se leen con verdadero deleite y hasta son esperadas con afán. Con todo y con ser mucho, aún lograría un refrendo mayoritario con ocasión de inaugurarse en nuestra villa-diciembre de 1933- los servicios de una Radio Emisora. Corre el año de 1934. El fundador-director, don Ramón Mario Fernández, le ruega que colabore en una empresa que ya cuenta con el concurso, entre otros, de los notabilísimos Manolo Llaneza y Joaquín Sánchez. Ludi, que siempre estuvo a la vanguardia del progreso y de sus técnicas subsidiarias, acepta de inmediato con el compromiso de ofrecer a Gijón, día tras día, aquellas producciones suyas que, en dialecto local, quintaesenciaban ambientes marineros y rusticidades campesinas.
Ludi rodeado de familiares y amigos en una aldea. Imagen restaurada con Inteligencia Artificial
La buena nueva corre de boca en boca. El impacto es sensacional. Las gentes se las ingenian para adquirir aparatos receptores que, en cómodos plazos, suponen, redondas, las setecientas cincuenta pesetas. La competencia enfrenta a dos marcas de prestigio: «Telefunken» y «Atwater Kent». Bien con una, bien con otra, las gentes se maravillan de aquel prodigioso artilugio técnico que les abre, recluidos en el hogar, una dilatada ventana desde la que se otean horizontes universales.
Los jueves son días de recogimiento, y, por vacar a lo largo de la tarde, las madres reúnen en torno suyo a la prole que escucha -atenta y recogidamente- aquella sesión infantil en la que aparecía un personaje, Sindin, que deleitaba a todos con sus gracias, agudezas y extravagancias. El personaje vivía en la voz de Manolo Llaneza que, en traza de gran ventrílocuo, encarnaba igualmente a las figuras secundarias del diálogo. Su voz adquiría inflexiones insospechadas y su dicción era tan perfecta que a nadie se le escapaba ni una sola de las sílabas pronunciadas por él.
Luego, a lo largo de los espacios publicitarios, llegaba un momento que se dedicaba a las denominadas Hondas humorísticas. Era el instante en que se ponían en antena los Versos de El San Luis. Los de Ludi. La palabra sugerente del gran rapsoda Joaquín Sánchez, poblaba el éter de modulaciones que desgranaban, en teoría de regocijo, las mil y una hilaridades contenidas en los versos de Ludi el mayúsculo:
¡Ahí queda eso! Y uno, sentimentalmente, recuerda aquellos tiempos de su niñez que supieron, entre otras muchísimas cosas, de tan deleitosos minutos aromados por la gracia de uno de nuestros mejores ingenios locales.
Viñetas Asturianas por Patricio Adúriz (Cronista oficial de Gijón). El Comercio 5 abril de 1987.











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