
Elogio de «Ludi» IV. El delirio local de «Te espero en El San Luis»
Ludi no era envidioso. Ni un poeta de esos que sólo escriben para sí. Ni muchísimo menos un endiosado que mirase de abajo a arriba, con aires de superioridad, a los artesanos de la pluma que, lo más que podían apetecer, era rellenar espacios de sus diarios respectivos con lo que fuere.
Ludi era muy otro, Tan otro que, sin proponérselo, acertó a calar en esa soterrada popular que dice muchas cosas a los más. A él se le abrieron las columnas de los periódicos y, ni corto ni perezoso, fue enhebrándolas con esos versos suyos que invitaban a la risa, a la meditación o al alegre remocicar acontecimientos perdidos en el recuerdo de los más viejos
Ludi supo de envidias. Pero él las disculpa porque era imposible que pudiese hacer nada por evitarlas. Es paradójico el caso de que, precisamente aquellos que le reconocían superior y, por ende, netamente diferenciado en lo que a algunas de sus aptitudes, no acertasen a elevarse a su nivel, ni tampoco a combatirle con unas armas para las que nacieron cegados. Ludi seguiría siendo Ludi pese a ellos y contra ellos. Lo demás no cuenta. La historia al fin y al cabo maestra de la vida sería la encargada de dirimir en un pleito en el que, tamizadas mediocridades, sólo habría de conversar, sobre la urdimbre de su cedazo, la gema del ingenio de ese hombre, Ludi, cuya vida toca a su fin.
No a los hombres grises. No a los mezquinos a quienes les duelen prendas ajenas. No a quienes, arrastrándose, jamás podrán comprender el encanto de los espacios libres. Ludi, grande al fin, seria victima propiciatoria de la daga de los cobardes. Todo a su mayor gloria. Porque por eso y otras muchas razones Ludi está aquí. Donde le corresponde. En esta galería de gijoneses preclaros para quienes el tiempo no cuenta por ser los elegidos de la Fama que vino a ceñirles su ramo de laurel. Para los otros, para los hombres sin historia, una sola palabra: piedad. Así, pues, de nuevo Ludi con ustedes, con la firme convicción de que a la inteligencia no la vence ni nada ni nadie.
Los versos de Ludi son recuerdo vivo. Todo a lo largo del año 1934, sin pausa alguna, se lanza a los cuatro vientos, desde la emisora local, andanadas de versos que, en abanico, recogen esencias de Asturias de Oriente a Occidente y de Norte a Sur. Su fama sube de punto y se le solicitan copias que corren de mano en mano y que algunos retienen en su memoria. Es la musa del pueblo Aquella que se presenta tal cual es por estimar innecesarios aderezos y perifolios. Y hasta la constante propagandística se diluye en la masa de asonantes o consonantes de unos poemas que a las veces son breves y concisos, y otras, numerosísimas, exuberantes como el astro que acertó a darles vida.
Imagen del catalogo: Líneas al vuelo. Ilustración y diseño gráfico en Asturias. 1879-1937
Y en esos versos se recogen, junto con sutilezas e ingeniosidades, las mil anécdotas que marcaron su impronta en un instante dado de un acontecer cualquiera. Ludi fiscaliza el devenir de Gijón. Siendo así, ¿qué de extraño tiene que se ocupe de la gripe? Y es que aquellos, como estos tiempos, están sujetos al ciclo estacional de la madre Natura. Por lo tanto, pues, nuevo ejemplo y nueva piedra de toque en la que se constatan unos versos que no han perdido actualidad:
Gijón, señores,
tiene a estas fechas
todas las cosas
que hay que tener:
fortunas, puerto,
mujeres, bailes,
tiene hasta el gripe
que es la dernière
Paquito Gómez
es hoy dichoso,
ya nada tiene que apetecer
tiene millones,
carrera, tipo tiene la gripe
que es la derniere
Canarios, guardias
perros y loros
guardan hoy cama con gran placer
pues todos estos animalitos
tienen hasta … el gripe
que es la dernière
Sin preocuparse
de ajenos gripes
a «El San Luis», Pedro,
fue anteayer,
y por seis duros
y dos pesetas
se compró un traje
que es la derniére
Si, la derniére equivale a la última moda. Todos andaban a la última moda, como especifican los cánones. Ludi, maquiavélico, jugaba la baza de su propaganda esbozaba una sonrisa que, maliciosa, pasaba de contrabando a través de la aduana de su bigote.
Sería inútil seguir deshojando esa margarita antológica de sus versos. Ludi creo haberlo dicho es algo más que Un kilo de versos y, precisamente por ser así, recuperamos en estos apuntes la dimensión humana, social y popular de uno de nuestros poetas más jaleados. Y el pagaba a sus seguidores con idéntica moneda. Cada nuevo poema suyo era un piropo a la majeza de sus paisanos y un aldabonazo que ponía, sobre aviso a los amantes de las letras. Ludi era estrépito, bullicioso, clamor de múltiples resonancias que encontraban en su camino, indefectiblemente, corazones hermanos.
Ni la crisis revolucionaria del 34 acalló su voz. Seguía en antena día tras día. Marginó de su vida todo contacto con la cosa pública y, especialmente, con la política. El, fuera de sus aptitudes líricas, se sabía inepto para cualesquiera otras empresas y. siendo así, no es extraño que perseverase en ver la vida color de rosa. El éxito de crítica y público le acompaña a lo largo de aquel año radiofónico por esencia. E intuye las enormes posibilidades que encierran las ondas y, así, reverdeciendo laureles de letrista, compone un cuplé de música pegadiza que, impresionado en disco, será, además de un acontecimiento local, el primer disco de propaganda comercial gijonesa y, según se atestigua, el primero en su género de toda España. En el danzón de Te espero en «El San Luis. Aquel que de boca en boca, tarareado, cantado y silbado, daba una y mil veces la vuelta a Gijón a lo largo de aquel venturoso año de 1935. El que se hizo imprescindible en los altavoces de los merenderos de toda Asturias y que los niños, contagiados de aquella novedad que les hablaba de cosas y lugares tan conocidos por ellos, imitaban a sus mayores con el noble prurito de superarles. Este:
Toda mujer elegante
que baile bien el danzón,
tiene mucho adelantado
para atrapar a un varón.
Mas si el vestido que lleva
fue comprado en El San Luis,
igual se casa en España
que en cualquier otro país
Y ante aquel estupendo bazar
a las gentes oiréis exclamar
¡No hay que dudar
que en «El San Luis
las hembras visten
tan elegantes como en París!
¡Ni os extrañéis de que en Gijón
no haya otra casa
de más surtido
ni distinción!
Y de nuevo al estribillo. Y vuelta a empezar. Afirmo rotundamente que aún le recuerdan un buen porcentaje de gijoneses de los de antes. De los castizos. De esos para quienes la historia de su pueblo es su propia historia.
Viñetas Asturianas por Patricio Adúriz (Cronista oficial de Gijón) . El Comercio 12 de abril de 1987.











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