Nueva perspectiva de la pasarela sobre el río Piles. Ya se aprecian en ella sendos desperfectos, a los que se alude en este articulo. Un día del malhadado mes de agosto de 1914. Se la desmonta sin más miramientos, tras trece años de matrimonio con un río que, cual el nuestro, la esmosaba a placer en las mareas vivas. Obsérvese a esos dos honrados ciudadanos que, en pelota, hacían de las suyas en unos parajes de los que eran dueños y señores (aproximadamente hacia 1906).
No tengo el ánimo para oraciones fúnebres. Ni para profundizar más en lo que ya quedó escrito. El puentecillo aquel de madera, erre que erre. sigue acaparando mis diarias horas de brega. Lo miro y, a la distancia de tantos años, me parece bastante coquetón. Pero también ocurre que, por ejemplo, me formule, contra viento y marea, una pregunta tan sencilla como esta y que resulta atrabiliaria: ¿Seria posible pasear por él de cuatro, diez o doce en fondo. como a la salida de una carrera pedestre? A tanto no llega mi cacumen y ni los libros de texto aclaran ese problema pitagórico que me trae por la calle de la amargura. Sin embargo, por lógica, bien podemos llegar a la conclusión de que poco más de dos en fondo, con lo que puede suceder que resultara ideal para las parejas, coma lo fue, según dije, para aquel Alejandro Lerroux que hizo de él ágora para la libre expresión de sus sentimientos políticos. El croar de las ranas al fondo también tiene su miga. Era una delicia aquel espectáculo en que, además y como en la época carbonífera, uno, al quite de la Naturaleza, contemplaba las bravuconerias iridiscentes de las libélulas y las sañudas y a muerte de hordas de cínides que no respetaban las canas, ni a las nodrizas y, menos aún, los tiernos molletes de aquellos niños tan bien criados que daba gloria verlos. Los mismo cínifes que, aprovechando la favorable corriente a chorro del Nordeste llegaban en un suspiro, pues qué voy a decir, al todo Gijón urbano de los pertinentes años descritos. Era necesario un puente y ahí lo tenemos. Porque bien pensada la cosa, lo que sucedía hasta entonces era que, desde el puente de La Guía hasta la desembocadura en la playa de nuestro aprendiz de río, al no tener éste márgenes definidas, todo lo encharcaba cuando se ponía fanfarrón. El llegar a Gijón era una odisea tras tantos rodeos y vengan rodeos. Y lo de siempre: obtenido que hubimos la cacareada pasarela y como todos queremos más, pues se clamó a voz en grito por una carretera que comunicase al Piles con El Infanzón. Se obtiene ésta en 1911. Pero antes de adelantar acontecimientos digamos como de pasada que, inaugurada la pasarela en 1901, merced al concurso privado de Senén Junquera Chirino y Juan Rionda, pronto se apreció que era necesario acometer los trabajos de construcción del Muro de San Lorenzo, porque entre arenales y charcas, y en honor a la verdad, el panorama playero gijonés hasta su entronque con el Piles no era, que digamos, un dechado de estética. En 1907 —según hice constar en su momento en mi serie de trabajos sobre Manuel Sánchez Dindurra— y allá cuando el verano estaba próximo a despuntar, dan principio esas obras. ¡Aleluya! Ya tenemos tres años (1901, 1907 y 1911) que fueron como poner una pica en Flandes. La pasarela fue el toque a rebato, a campana tañida, a conmigo pan y cebolla. Resultó lo último, lo de la cebolla, porque un malhadado día del mes de agosto de 1914 se la desmonta sin compasión, tras una coyunda con el rio Piles de —iqué número tan fatídico!— trece años. El matrimonio entre la pasarela y el rio estaba bastante desavenido. Ella, erre que erre, luciendo su pálmito sobre los estilizados troncos. Y él que, equinoccialmente. con preferencia o en plata, en las mareas vivas la esmesaba a su antojo por ver de convertirla en balsa que se largase de allí a toda vela, hacia el mar, hacia el infinito.
Me tiemblan las carnes cada vez que lo pienso. Ahora es al revés: tenemos muro de contención, pero ya no tenemos pasarela. ¿Pero qué pasa aquí, No hay que excitarse, no hay que alarmarse, no hay que desgarrarse las vestiduras al estilo bíblico. Vamos a tener por delante bastantes años para dar voces en «Iloreu». Vamos a tener oportunidad de contemplar de nuevo aquellas marismas a las que limitaba por entonces El Molinón, a la que autor gijonés hubo que conceptuaba de «espléndida hacienda, de la que, en tiempos, hizo su dueño, don Romualdo Alvargonzález Sánchez, una granja magnifica con la fábrica de conservas «La Hormiga», finca ésta abandonada antes de finalizar el pasado siglo». Paisaje, repito, como arrancado de una de esas películas en technicolor que describen los primeros pasos del hombre sobre la Tierra, o aún antes de éste, las colosales batallas libradas entre monstruos antediluvianos. Con la diferencia, Ya en pleno siglo XX, de que estos últimos fueron suplidos por las humildes y seráficas criaturillas que ya constaté. Creo que, hasta el momento, lo referido al río Piles y a su zona de influencia erial queda aceptablemente reflejado en estos apuntes que tienden a ilustrar a la juventud actual, desconocedora, por ende, de unos pagos que ya no son lo que eran. Y ahora, para hacer la narración más descriptiva o que concentre más la atención, manejo mi taco de fichas que van a situarnos en pleno ambiente de una comedieta que estará sobre el escenario unos cuantos lustros y a este tenor cronoligico:
1906
El puente pasarela del Piles se halla en tan ruinoso estado que constituye un verdadero peligro para los que se atreven a transitarlo, se balancea horriblemente, faltándole grandes trozos de pasamanos y las pocas tablas del tillado, que destructoras manos aún no terminaron de arrancar, no ofrecen seguridad alguna, todo lo cual da lugar a serios percances. Se aproxima la época en que aquella agradable parte de la costa ha de ser muy frecuentada, pues es el mejor solaz para los forasteros y urge la pronta reparación.
Plano de 1912, en donde se ve el puente y la pasarela.
1914
—Derribo de la pasarela. —Se pide al Estado que se proceda urgentemente al encauzamiento del rio Piles.
1916
—Carta de don Rufo G. Rendueles comunicando que el ministro de Obras Públicas firmó una Real Orden aprobando el proyecto de encauzamiento del río Piles, entre el puente de La Guía y la carretera de dicho río al Infanzón. —El Presidente de la comisión municipal del Muro de San Lorenzo, don Secundino Felgueroso, manifestó a los periodistas que habla recibido una carta de don Gaspar Diaz Valdés-Hevia, el cual, en su nombre y en el de su hermano político, don José Domínguez Gil, ofrece los terrenos de su propiedad para el encauzamiento del río Piles.
1920
—Desde hace algún tiempo el mar venia socavando los cimientos del Muro de San Lorenzo, en el trozo comprendido frente a las llamadas casas de Veronda. Con tal furia batían las olas contra aquella parte del muro, que quedaron al descubierto los restos de un,buque de pesca que hace muchos años naufragó en aquel lugar de nuestra playa. En el muro se notaron grandes grietas en una extensión de quince metros. amenazando con destruirlo.
Vista del restaurante-merendero al otro extremo del río Piles, propiedad de Senén Junquera, uno de los promotores de La Pasarela, y prestigioso comerciante de la ciudad.
Hemeroteca del diario El Comercio 28 de Agosto de 1902.
Siete meses después de su puesta en funcionamiento, ya sufría su primer embate de consideración , como recoge esta noticia de El progreso de Asturias el 26 de Febrero de 1902.
si no me equivoco, con la marea baja todavía se puede ver en el cauce del Piles un gran bloque de cemento, que las mareas han volteado, que sirviera de base para alguna parte de la dichosa pasarela.
Era de otra pasarela, no de la que hablamos en estas entradas.Saludos