El pintor gijonés Evaristo Valle conoció a Lenin, el líder de la Revolución rusa, en el París de 1908. Allí, cuenta la historia, jugaron una partida de ajedrez. De ese conocimiento surgió un guiño de Valle a Lenin en su cuadro «La procesión», donde Vladimir Ilich Ulianov compartía protagonismo con vecinos clásicos de Cimavilla, un cura y pobres de solemnidad en una procesión en honor de la Virgen de los Remedios. Valle pintó ese cuadro en 1917, el mismo año de la Revolución rusa.
Segundo Fano Suárez era un orfebre profesor de la Escuela de Artes y Oficios que, a mediados del siglo XX, tenía un pequeño taller en el barrio del Carmen. Además de hacer ciguas de azabache contra el mal de ojo, cultivaba singulares historias sobre su vida y exhibía una más que curiosa vestimenta.
Julián Álvarez Pérez, más conocido como «Julianón», fue el sacristán más popular que tuvo la iglesia de San Pedro. Allí estuvo durante cincuenta y cinco años. Nacido en Cimavilla, entró en la parroquia cuando tenía 22 años y era párroco José Frade. Sólo la enfermedad lo apartó de San Pedro, donde fue homenajeado.
Las crónicas hablan de la actuación en El Bibio de las hermanas Palmeño en agosto de 1934. Pero no fueron las únicas y, sobre todo, no fueron las primeras. A principios de siglo El Bibio ya vio pasar a Angelita, Pepita y Sorianita. También pasó en plena gira por plazas de España y Portugal María Salomé Rodríguez, «La Reverte». A su muerte corrió el rumor de que era un hombre, aunque la verdad es que se disfrazó como tal para saltarse la prohibición de que las mujeres toreasen.
Pablo Serrano y Fernando Palencia, madrileños de 41 y 25 años respectivamente, pasaron por Gijón a mediados de 1958 cumpliendo la promesa de recorrer toda España en bicicleta. El motivo de curiosidad entre los gijoneses era que ambos, zapateros de profesión, eran mutilados. A uno le faltaba la pierna derecha, y al otro la izquierda. Un año antes habían ido en bicicleta hasta París y Roma, donde fueron recibidos por el Papa.
Gijoneses fuera de serie
Luis Miguel Piñera convierte su libro «Raros, disidentes y heterodoxos» en un homenaje público a personajes singulares y anónimos del Gijón de 1850 a 1950
Luis Miguel Piñera se encontró al transformista Leopoldo Frégoli, al sugestionador Onofroff, al forzudo Ramiro Fernández y al torero Kregel Bhas Lestpes en las esquinas de los periódicos. Allí donde casi nadie mira porque se está más interesado en seguir el hilo de los grandes titulares. Y desde esas esquinas de periódicos amarillentos por el paso del tiempo el historiador gijonés ha reconstruido las vidas de esos personajes, y sobre todo su paso por Gijón, para darles todo el protagonismo que se merecen entre las 400 páginas de su «Raros, disidentes y heterodoxos. Personajes de Xixón entre 1850 y 1950», el libro que esta tarde se presenta en el Pueblu d’Asturies. «Nadie habló de ellos, nunca salieron en los libros de historia. Esas son las personas que a mí me interesan. En el índice onomástico de este libro no está sólo Jovellanos… están el Patatu, Tomasa la Sillera, Enrique el Afilador», explica el cronista de las pequeñas historias locales y habitual colaborador de LA NUEVA ESPAÑA.
Este libro es la tercera entrega del proyecto de recuperación de la memoria social de Gijón, que se desarrolla desde la concejalía que lidera Jesús Montes Estrada y sale a la luz en una coedición del Ayuntamiento de Gijón y KRK Ediciones. Antes, y con la misma firma de autor, llegaron «Posguerra incivil. Vencidos y vencedores en Gijón entre 1937 y 1940» y «Jóvenes de izquierda en Xixón (1960-1980). A ese trabajo se suma la edición de un boletín que también coordina Piñera con pequeñas reseñas sobre la historia cotidiana gijonesa desde el siglo XIX. Este gijonés de 1951 ha realizado en la última década importantes trabajos sobre realidades tan diversas de la vida gijonesa como la pasión de sus vecinos por la música pop o las condiciones de vida de los obreros en ciudadelas y callejones.
Este último proyecto de Piñera sobre hombres y mujeres fuera de lo común cuenta con un prólogo de otro «curiosu» de la vida gijonesa, el escritor y periodista Pachi Poncela. El joven Poncela reivindica la singularidad de Gijón y la alienta. «A Gijón le va la heterodoxia. No sólo la tolera; la asimila. Si según precepto evolucionista la función crea el órgano, los gijoneses de antaño crearon y fueron perfeccionando la coña marinera para asumir tanta rareza como ha ido llegando a nuestra orilla durante los últimos milenios», se puede leer en su texto introductorio al exhaustivo trabajo de Piñera. «¡Viva la diferencia!» es su grito de guerra.
A la hora de ordenar a sus muchos raros, disidentes y heterodoxos, Luis Miguel Piñera ha optado por organizarlos en cinco capítulos con títulos y subtítulos tan llamativos como «fenómenos humanos y otros artistas» o «colosos, hércules y gentes de mala vida», por poner sólo unos ejemplos. «Con los raros me refiero tanto a fenómenos físicos como el hombre más gordo o la mujer barbuda, que vivían de ir de feria en feria exhibiéndose, como a gente peculiar en sus actividades; y en los disidentes coloco a todos aquellos que se oponían a la ley vigente, aunque sin meterme en cosas de política», explica el autor, que deja bien claro que ahora «en Gijón no hay gente tan rara físicamente porque la medicina avanzó mucho; pero gente zumbadeta sí que hay. Personajes que te encuentras por la calle durante un tiempo y que luego marchan y nunca más se vuelven a ver. En Gijón siempre hubo muchos raros».
Además, Piñera vincula su interés personal de muchos años por las cuestiones que tienen que ver con la religión y los enterramientos en capítulos dedicados a la actividad de los protestantes en Gijón, a los cementerios civiles y las despedidas laicas y a ejemplos playos de anticlericalismo. También hay un singular acercamiento a las irreverencias y la blasfemia en Gijón que incluye una lista de cincuenta y dos cagamentos asturianos y un repaso a refranes ofensivos hacia los religiosos.
«Este libro se centra en aquellas personas que tanto por circunstancias naturales como ideológicas no eran -o se negaron a serlo- como la mayoría de la sociedad de su época», explica Jesús Montes Estrada en su introducción al libro.
R. VALLE . La Nueva España. Lunes 19 de julio de 2010
Comentarios recientes