«El patio de mi casa es particular, cuando llueve se moja como los demás…». Esta
canción infantil, repetida cientos de veces como una letanía sin sentido mientras
jugaba al corro con mis vecinas, empezó a tener significado cuando en la primavera
del año 2002 me hice cargo de la investigación sobre la ciudadela de Celestino
González Solar.
Del mismo modo que mis amigas y yo jugábamos al corro en la acera de la barriada
obrera donde me crié, otras niñas cantaron antes en el patio de la ciudadela
esta misma canción. La acera de mi infancia, el espacio donde nos relacionábamos
los niños del barrio, tenía para nosotros el mismo significado que el patio para los
niños de la ciudadela. Aún a finales de los setenta del siglo xx, las mujeres de mi
barrio salían a charlar a la acera, e incluso algunas sacaban sillas y se sentaban al
fresco durante el verano. Esta misma escena forma parte de los testimonios de los
vecinos de la ciudadela de Capua sobre la vida en el patio.
El patio era, como la acera de mi niñez, el espacio donde se desarrollaba la vida
colectiva de la ciudadela. Los vecinos no se referían en sus testimonios a la ciudadela
como tal, sino como el patio, y, aun más, se distinguían entre sí como los del
patio pequeño o los del patio grande, así como los vecinos de mi barrio eran de una
u otra acera. ¿Por qué el patio y no la ciudadela, tal y como aparecía en una placa
colocada a su entrada?
Los vecinos tomaban una parte por el todo a la hora de referirse al lugar donde vivían
porque el patio era el espacio de relación, el lugar en el que se tejían los lazos
de solidaridad y se desencadenaban los conflictos, como corresponde a un espacio
que debía ser obligatoriamente compartido por todos. En el patio se trabajaba, se
charlaba, se celebraba, se reñía… En definitiva, el patio definía el significado de la
vida en la ciudadela.
A lo largo de mi investigación, a medida que profundizaba en la historia de la
ciudadela de Celestino González Solar, esta se desdibujaba y daba paso al patio de
Capua. Reflejar el día a día de las personas que durante casi un siglo poblaron este
espacio se convirtió en el principal objetivo de mi trabajo. El patio se me impuso
a través de las palabras de sus vecinos y con mi trabajo intenté borrar los ecos y
dar voz a los protagonistas principales de sus propias vidas. Aquel patio particular
de la letanía infantil cobró sentido, y desentrañar el devenir del colectivo que lo
vivió ha sido el principal objetivo de este trabajo, sin caer en el relato de historias
conmovedoras sobre la dureza de las condiciones de vida de la clase obrera.
Introducción del libro:Un patio gijonés. La ciudadela de Celestino González Solar (1877-1977), de Nuria Vila Álvarez. Ayuntamiento de Gijón, 2007.
Para descargar el libro pinchar en la imagen anterior.
La Ciudadela de Celestino Solar, también conocida como «Ciudadela de Capua», es un espacio etnográfico de sitio presenta uno de los modelos de vivienda obrera existente en Asturias. Depende del Museo del Pueblo de Asturias y está situada en la calle Capua. Las ciudadelas fueron habitadas por la clase obrera gijonesa a finales del siglo XIX y durante gran parte del siglo XX. En Gijón llegaron a documentarse más de doscientas ciudadelas, siendo la más representativa la de Celestino Solar. Construida en 1877 en la calle Capua, estaba formada por 23 casas y permaneció habitada durante más de un siglo.
¿Qué son las ciudadelas?
El desarrollo industrial de Gijón comienza a ser un proceso consolidado a partir de 1875. Surgirá entonces el problema de la escasez de vivienda, que fue adquiriendo mayor importancia a medida que avanzaba el siglo XX. Como respuesta a la necesidad de alojamiento de la clase obrera, nació un tipo de vivienda que se extendió por toda Europa e inundó algunas zonas de Gijón, como es el caso del barrio de El Arenal. Se trataba de las ciudadelas, un modelo que agrupaba varias casas dentro de un patio o cercado, sin fachadas a la calle y con retretes colectivos. Estas casas, promovidas por particulares, eran ocupadas en régimen de alquiler por las clases populares. Las condiciones de habitabilidad eran muy deficientes: las casas no tenían agua corriente , alcantarillado, ni luz eléctrica. Además, la baja calidad de los materiales constructivos y la escasa ventilación hacían de la humedad un grave problema que incidía en la propagación de enfermedades respiratorias entre sus habitantes.
¿Quienes vivían en la Ciudadela de Celestino Solar?
Estas casas estaban habitadas por el matrimonio, los hijos, entre dos y cuatro, y los padres de alguno de los cónyuges. El número de mujeres solas, viudas o solteras con hijos era muy alto. En algunos casos, llegaron a compartir un espacio de treinta metros cuadrados hasta once personas. La mayoría de los hombres trabajaban como albañiles, obreros en fábricas y talleres o artesanos. Las mujeres, casadas, viudas y solteras, estaban obligadas a trabajar. El jornal femenino, más que un ingreso extra, era imprescindible; en especial, en los momentos de desempleo de los hombres.
¿Cómo vivían en la Ciudadela de Celestino Solar?
La vida de los habitantes de la Ciudadela de Celestino Solar no era fácil, ya que el salario familiar apenas alcanzaba para cubrir las necesidades básicas. Los momentos de asueto eran escasos y el ocio casi inexistente. La Ciudadela de Celestino Solar fue habitada por unas cien personas que compartían cuatro retretes, dos en el patio grande y dos en el pequeño. Todos vivían a la vista de todos y se conocían desde siempre. La solidaridad entre vecinos se manifestaba en los momentos difíciles, aunque también eran frecuentes los conflictos de la vida diaria que surgían, en general, por las labores de limpieza comunes. Nunca hubo agua corriente, ni luz eléctrica. Las mujeres y las niñas hacían varios trayectos al día cargadas con cubos hasta la fuente más cercana, situada donde ahora se encuentra el mercado de San Agustín.
A mediados de los años cincuenta, tras las reiteradas protestas de los vecinos, se colocó una fuente en el Patio grande. En la calle Capua hubo un lavadero entre 1889 y 1893, pero después de esta fecha, las mujeres tenían que realizar la colada en el lavadero de Los Campos de la calle Alarcón. Las compras se hacían en los comercios de ultramarinos de la zona. Se compraba a crédito y se pagaba el día de cobro o en pequeñas cantidades cada semana. La alimentación consistía básicamente en potaje para la comida fuerte. Sólo se consumía carne en el cocido de los domingos. La merienda de los niños consistía en las natas de la leche del día con algo de azúcar, a veces manteca y pan o una onza de chocolate. La forma de vida dentro de la ciudadela evolucionó muy poco desde su creación en 1877 hasta los años sesenta del siglo XX. En este momento, comenzó a ser deshabitada y su población fue trasladándose hacia los nuevos barrios obreros de la ciudad: Pumarín, El Llano o Contrueces.
Vídeo Ciudadela Celestino Solar. La memoria habitada, Realización: Víctor Merino; Guión Pachi Poncela; Documentación: Nuria Vila, Duración: 8’30»; Fundación Municipal de Cultura, Educación y Universidad Popular, 2003. [Esta producción audiovisual forma parte del centro de interpretación de la Ciudadela de Celestino Solar]
Toda la información anterior está extraída de la página del Ayuntamiento de Gijón
Fragmento de una obra de Riera. Imagen compartida de la web de Izquierda Xunida de Xixón
El patio pequeño a finales del la década de 1970, cuando ya la mayoría de las casas estaban deshabitadas y se usaban como talleres o almacenes. Foto Ana Vega Lastra. Museo del Ferrocarril de Asturias
Más información:
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Leyendo este artículo ojalá que pronto abran la Ciudadela.