Un guaje de barrio. Chema Castiello.

chema castiello un guaje de barrio

Con Gonzalo en Begoña(1965). Con trece años, botes de Beatle y echando un pitu

No tuve el gustu de conocer en persona a Chema Castiello, quizás por eso, asistí la semana pasada, al emotivo homenaje que se le tributó en el salón de actos de la Escuela de Comercio con motivo de la presentación de su último libro, Un guaje de barrio, libro que se publicó en el año 2020, y que por motivo de las restricciones a causa de la pandemia, no se pudo pudo presentar hasta el día 18 de enero. 

Yo aunque 10 años más joven que Chema, nací en el 62, volví a revivir mi infancia con la lectura de esti libru, eso sí con otru decorau diferente al suyu, nací en El Llano y ya de muy pequeñu mis padres se fueron a vivir a la calle Los Moros 55,  al edificiu de Correos; a un pisu de los cuatro que había pa los jefes de Correos y Telégrafos y pa los conserjes,  hasta mediados los años 80 que falleció mi padre y tuvimos que dejalu.

Un Guaje de Barrio ye un libru prestosu, evocador de aquella infancia y juventu que sin danos cuenta se nos pasó volando, narrau en ¨amestao¨ fala de la que fuí mamando de mio ma, Carmina, nacía en Pivierda un pueblin del conceyu de Colunga, que por supuestu no se podía falar fuera de casa pa que no te llamaren aldeanu. Algún hostiazu llevé en el colegio, por que se me escapaba.

Tiempos difíciles de aprendizaje aquellos años 50 y 60.

 Un guaje de barrio ye un libru recomendable, que no os va a dejar indiferentes y que a poco de empezar a leelu, ya nos traslada a aquellos años, en el fondu todos fuimos eso… Un guaje de barrio.

Y ahora dejovos con el epílogu del libru que hizo el mi amigu Luismi, que cuenta les coses mucho mejor que yo.

Cuando quiero saber lo que pasa en el mundo doy una vuelta por mi barrio

 

Volver al barrio siempre es una huida

casi como enfrentarse a dos espejos

uno que ve de cerca/ otro de lejos
en la torpe memoria repetida

La infancia/ la que fue/ sigue perdida
no eran así los patios/ son reflejos/
esos niños que juegan ya son viejos
y van con más cautela por la vida

El barrio tiene encanto y lluvia mansa
rieles para un tranvía que descansa
y no irrumpe en la noche ni madruga

Si uno busca trocitos de pasado,
tal vez se halle a sí mismo ensimismado/
volver al barrio siempre es una fuga.

El Barrio, del libro La vida ese paréntesis, de Mario Benedetti

 

Un guaje nacido en Gijón, en El Bibio, nos cuenta sus recuerdos del barrio hasta que, yá a mitad de la década de 1960, ciudadanos como José Luis García Rúa o sociedades culturales como Gesto le hicieron ver que allá afuera había otro mundo. 

Viaje circular el de Chema Castiello, que comienza cerca del ruedo de El Bibio donde pasó su infancia y su juventud y termina ahora con este libro, yá finalizando la segunda década del siglo XXI.

Volver al barrio siempre es una huida.

 El concepto de viaje es humano, porque los animales no viajan. Los animales caminan, corren, emigran, pero no viajan. El  viaje del autor de Un guaje de barrio es circular; es apoyar en el suelo un pie y luego el otro, pero en un largo camino circular lleno de conocimiento y de solidaridad. Empieza en esa parte de Gijón que comprende La Florida, La Catalana, El Bibio, La Asunción, Viesques y las calles San Avelino, San Rufino y San Paulino, y termina en un «campo de estrellas» que sin duda es el mejor fin para cualquier peregrinaje. 

Apuntamos unas breves notas históricas sobre la zona. En el año 1867 el Ayuntamiento de Gijón aprobó el plano para llevar acabo el Ensanche del Arenal, que afectaba a los terrenos anexos a la playa de San Lorenzo. 

El Plan de Ensanche tenía como inicio una plaza elíptica (la plazuela de San Miguel) de donde salían varias calles hacia el entonces «inculto arenal». Una zona del arenal fue reservada a zonas verdes y de recreo: se trata de La Florida, donde estuvo el Parque Continental y el conocido circo-teatro-cine Campos Elíseos; mientras que más hacia levante podemos ver todavía la plaza de toros de El Bibio. 

Edificios singulares esos dos, el teatro-circo Obdulia, inaugurado en 1876, que luego se llamó cine Los Campos Elíseos, y la plaza de toros de El Bibio, en actividad desde 1888. No olvidemos que La Florida está en el arranque de la colina de El Coto de San Nicolás, zona que, durante bastantes años, fue vista como la posible Ciudad Jardín de Gijón, que al final terminó situándose en Somió. Incluso se proyectaron para El Coto dos magníficos parques (en 1901 y en 1905), que nunca llegaron a realizarse.

El Parque de Atracciones, al lado de Los Campos Elíseos, fue muy popular algunos años con el nombre de Parque Continental. Allí se celebraron actos magnos como la Exposición Regional de 1899, algunas ediciones de la Feria de Muestras en la década de 1920, bailes y verbenas. «Tras la Guerra Civil, en julio de 1940, tomó el nombre de Parque Continental cuando Marcelino Lena Dacuba construyó una nueva pista de baile con un quiosco para la música y un bar diseñados ambos por el arquitecto Manuel García  Rodríguez. Desde entonces acogió bailes, competiciones deportivas y festejos variados. 

Todo en un entorno que comprendía unos magníficos árboles que hacían honor al nombre de La Florida y que resistieron hasta tiempos relativamente recientes: fueron talados en el año 1977. Se terminaba así, con ese acto antiecológico cometido en El Continental (18.000 metros cuadrados), con el último resto del arbolado en esa parte de Gijón.

Por su parte, el cine Los Campos Elíseos, situado en la esquina de la calle de Ramón y Cajal con la avenida de la Costa, fue derribado en el año 1964, construyéndose en su lugar y con una gran propaganda respecto a la modernidad, el rascacielos que hoy contemplamos. No podemos olvidar la importancia del tranvía en la expansión y el desarrollo de esta parte de Gijón. No en vano la línea que iba desde el centro de la ciudad hasta La Guía primero y luego a Somió (desde 1890 con mulas y ya desde 1909 electrificado) pasaba justamente delantre de Los Campos Elíseos y de la plaza de toros.

Casualmente, el mismo año en que desaparecen los tranvías en Gijón, «rieles para un tranvía que descansa», es cuando se hunde parte del cine Los Campos, y al año siguiente, en 1964, se derriba el cine. Tras esos dos hechos coincidentes en el tiempo, se comenzaron a extender las edificaciones en el lugar. El campo de fútbol de La Florida ya había sido cerrado en 1958 y el espacio donde estuvo se urbanizó (hablamos de las calles Felipe V, Carlos III y alrededores), y en el lugar donde estuvo el Parque Continental se levantó por parte de una cooperativa de agentes comerciales un enorme bloque con nada menos que 156 viviendas. 

El 28 de abril de 1949 la noticia del día era la colocación de la primera piedra de la iglesia del colegio de La Asunción en El Bibio, hoy parroquia de la Asunción de Nuestra Señora. La iglesia, tras el trabajo de los arquitectos Manuel del Busto y su hijo Juan Manuel, se inauguró -se consagró- el lunes 22 de marzo de 1954, cinco años más tarde de la colocación de la primera piedra.

Muchos años antes, en 1907, las madres Elisabeth de Jesús y Ángeles de Jesús habían alquilado la Quinta Ballesteros como inicio del colegio de La Asunción, y constan los nombres de las primeras alumnas. Fueron las niñas María Jesús Alvaré, Julia Olañeta, Pilar Alvargonzález y Emilia Fernández.

Otros lugares aparecen también repetidamente en este libro. Uno, esa zona cercana al colegio de La Asunción donde vivió nuestro autor y cuyo callejero incluye los nombres de tres gijoneses «santificados», y otro Las Mestas. Las Mestas viene de «mezcla», de zona donde varios arroyos se unen al río Piles. Parecido es el origen del término El Bibio. Etimológicamente procede de Bivium, que significa dos vías; dos caminos, uno que va hacia Somió y otro a Viesques. Por cierto, Viesques de viesca, lugar con árboles y maleza.

En esos cruces de caminos, en esas encrucijadas, entre esas albertianas «arboledas perdidas», se desarrollan los recuerdos, la memoria histórica de Chema Castiello.

Lo dicho: «volver al barrio siempre es una fuga». Viaje pleno de conocimientos el de este guaje de El Bibio, a 45 y a 33 revoluciones por minuto. Viaje «revolucionario» por tanto.

 Recorrido memorístico que tras muchas enriquecedoras vivencias termina en el punto de partida, porque el buen viajero siempre regresa a su patria, a su barrio, a la casa de su niñez. El buen viajero siempre vuelve a sus orígenes, tras dar la vuelta al ruedo.

 Luis Miguel Piñera

A propósito del nombre de las calles San Avelino, San Rufino y San Paulino.

Indirectamente alude al médico Avelino González, en 1941, concejal del Ayuntamiento. Formando parte con Rufino Menéndez y Paulino Vigón de la Comisión designada para el cambio de nombres tan masivo que hubo ese año, decidieron dar a las tres calles de Viesques que faltaban por rotular los nombres del santo correspondiente a cada uno de ellos: San Avelino, San Rufino y San Paulino. Esta anécdota es recordada por el doctor Avelino González en el diario El Comercio del 17 de noviembre de 1960.

Del libro Las calles de Gijón. Historia de sus nombres. Luis Miguel Piñera.

 

 

 

                                               

 

 

 

 

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