Mediado el siglo XX, en Gijón como en otras ciudades,el papel del tranvía como principal transporte urbano comenzó a ser fuertemente cuestionado.
Los tranvías,a pesar de que seguían siendo el medio de comunicación en superficie que ofrecía tarifas más baratas para elevadas intensidades de tráfico, eran vistos como un anacronismo, como un estorbo para el desenvolvimiento de la circulación rodada y, en general, como un baldón para el ornato y progreso públicos.
A este descreimiento generalizado contribuyó notablemente el incremento de los siniestros, la interrupción frecuente del servicio por falta de suministro eléctrico y sobre todo la presión del vehículo privado, que se convirtió en preponderante a partir de la década de los sesenta. Asimismo, la caducidad de las concesiones,la imposibilidad de renovación de la infraestructura (por las elevadas inversiones requeridas y por la escasez de materiales), el incremento de los costes de explotación y el interés de los ayuntamientos por dotar a las ciudades de servicios de transporte públicos más modernos y flexibles fueron algunos de los factores que explican la desaparición del tranvía en las ciudades españolas (Málaga 1949, Oviedo 1955,Gijón 1964, Madrid 1972, etc.). De este modo, estos testigos directos del devenir urbano durante tres cuartos de siglo fueron apartados de nuestras calles y sustituidos por líneas de autobuses explotadas, bien directamente por los ayuntamientos mediante la municipalización de las prestaciones, bien por empresas particulares en régimen de concesión.
De este modo, en julio de 1953 entraron en funcionamiento las dos primeras líneas municipales. Una unía la ciudad histórica con los espacios residenciales y de esparcimiento de Somió, y cubría el trayecto por la carretera del Piles. La otra vinculaba el centro urbano con el populoso y fabril núcleo Tremañes,estableciéndose su cabecera en la plaza del Seis de Agosto y el final de línea en Lloreda. La llegada del transporte público a una barriada tan distante como Tremañes supuso una mejora en la calidad de vida de sus vecinos, que vieron cómo se rompía con el aislamiento casi secular al que estaban relegados, y al tiempo fue un estímulo importante para el desarrollo urbano de una parte considerable de la periferia occidental de la ciudad. Por ello, no es de extrañar que la inauguración de la línea (18-7-1953), a la que acudió una representación numerosa del gobierno municipal, fuese acogida con gran alborozo y entusiasmo por la población del barrio, hasta el punto de organizar una animada fiesta popular con voladores y arcos triunfales incluidos, como si de una visita regia se tratara. La prensa se hizo eco de la noticia y apuntaba la trascendencia del servicio: “Tremañes ha visto, al final, llegar un medio de locomoción cómodo y sorprendenteménte elegante; se espera ahora que el suceso se repita periódicamente”. El servicio comenzaba a las 7´30 de la mañana y finalizaba a las 11 de la noche y el precio del viaje por persona quedó establecido inicialmente en 1 peseta.
La línea del autobús de Somió por el Piles,pensada para rentabilizar los movimientos ligados al esparcimiento popular hacia aquella parroquia del oriente gijonés, pronto se significó como un serio competidor del tranvía, restándole durante el verano un volumen de viajeros considerable. Pese a realizar el recorrido por otro trayecto, la novedad del sistema, unida a la mayor comodidad y rapidez que ofrecía el autobús, favoreció el trasvase de viajeros al nuevo servicio municipal. Según los anuncios publicados en los periódicos locales, el servicio público comenzaba a la misma hora que el de Tremañes, esto es, a las 7´30 mañana, con salidas de los Jardines de la Reina cada hora; el regreso, desde el fielato de Somió, se realizaba igualmente
de hora en hora, pero con salidas a las medias y finalización del servicio a las 11 de la noche. El precio del billete se fijó en 1 peseta. A comienzos de la década de los sesenta la línea mudó su cabecera a la Plaza del Carmen, quedando fijada la extensión total de la misma en 4´700 km. Poco tiempo después de iniciada la prestación, el Ayuntamiento decidió incrementar los servicios duplicando los trayectos de los dos Leyland que componían todo el parque móvil, de forma que el autobús de Somió alternaba su recorrido hasta la parroquia homónima con otro servicio al parque de Isabel la Católica, en aquellos momentos un punto de referencia importante en el esparcimiento de la población gijonesa, y a El Molinón, gravando el viaje a 0´60 pesetas. Asimismo, el coche de Tremañes intercaló sus servicios para comunicar el centro de la villa con los barrios de Ceares y El Coto, estableciendo la tarifa única a 0´60 pesetas. La adquisición a finales del año 1953 de otro autobús permitió dar carácter regular al servicio que cubría las demandas de movilidad generadas por el parque de Isabel la Católica. Sin embargo, a diferencia de los otros servicios en explotación, la línea plaza del Generalísimo (hoy, del Instituto)-parque de Isabel la Católica estuvo marcada desde sus inicios por el carácter lúdico y estacional de los desplazamientos a esta zona de recreo pública, lo cual le confirió un carácter de servicio especial. De hecho, poco tiempo después de su entrada en funcionamiento, el Ayuntamiento modificó los horarios de esta línea para acomodarlos a las peculiaridades del flujo de viajeros, quedando fijado los lunes, jueves y viernes desde las tres de la tarde, y domingos y festivos desde las doce del mediodía. La falta de rentabilidad llevó a suprimir la línea a comienzos de la década de 1960.
La llegada del tercer vehículo también permitió organizar mejorar el servicio que se prestaba a las zonas de El Coto y Ceares con la creación de dos líneas: plaza de José Antonio (actual plaza del Carmen)-Ceares y plaza de José Antonio-Coto.
El texto y las fotografías pertenecen a el libro : Gijón entre lineas, de Javier Granda Alvarez, lo podéis descargar pinchando en el título.
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