Del arenal de San Lorenzo al barrio de L’Arena

Foto: P. García Mercado. Familia posando sobre una duna cerca de la actual avenida de Pablo Iglesias. Hacia 1910. Muséu del Pueblu d’Asturies

La historia de cómo el arenal de San Lorenzo se convirtió en el barrio de La Arena
La exposición, inaugurada este jueves en el Museo de la Ciudadela de Celestino Solar, condensa 170 años de la historia de la ciudad y desgrana las formas de vida de sus habitantes

Parte de 1854, año en que el Ayuntamiento de Gijón vende el arenal de San Lorenzo a un particular para convertirlo en zona urbana, y condensa 170 años de la historia de la ciudad. La exposición ‘Del arenal de San Lorenzo al barrio de L’Arena’, inaugurada este jueves en el Museo de la Ciudadela de Celestino Solar, rescata la memoria de un espacio natural que iba mucho más allá de la playa que conocemos hoy en día. Su extensión rondaba las 50 hectáreas y la arena llegaba hasta la altura de la avenida de Pablo Iglesias y el parque de Isabel la Católica.

Dividida en dos partes, la muestra refleja el mecanismo de transformación del antiguo arenal en parte de la ciudad, marcado desde su inicio por la especulación como clave esencial y, por otro lado, desgrana las diferentes formas de vida de los habitantes del barrio durante los últimos 170 años, centrándose en los distintos tipos de construcciones residenciales empleadas en la zona Centro y el barrio de La Arena, por donde antaño se extendía el arenal.

El recorrido comienza con la figura de Jovellanos porque «fue la primera persona que puso un ojo en el arenal de San Lorenzo», explicó Héctor Blanco, historiador y comisario de la exposición. «Él conoció el arenal de San Lorenzo casi en su estado original, con dunas de arena móvil que llegaban a la plaza del Instituto», añadió. En 1837 se construye una fortificación que envuelve el casco urbano de la ciudad y establece una frontera con el arenal, lo que «impidió el crecimiento de la ciudad en esa parte hasta la década de 1870».

La conversión definitiva del arenal en zona urbana llegó precisamente con la venta del arenal. En 1854, el empresario Romualdo Alvargonzález Sánchez adquiere parte del arenal como también lo hizo el Marqués de Casa de Valdés, que «estaba muy bien relacionado con la familia real y actuó como motor para hacer efectiva la venta». En aquel momento se dio una superposición de dos intereses: un vecino de Gijón que tenía interés en aumentar su actividad industrial y un especulador que quería adquirir un terreno público para revenderlo. La única condición que puso el Ayuntamiento a esa venta fue que la ordenación de ese suelo urbano recién creado tenía que estar bajo control municipal, mediante la aprobación del Plan de Ensanche de 1867, que es el que determina que esa parte del casco urbano tenga una configuración en cuadrícula.

Primeras edificaciones y construcción del Muro
Frente a la creencia extendida de que el Muro se edificó metiéndose mucho más al mar de lo que estaba previsto, en realidad fue al revés. «El terreno que se pensaba urbanizar era mucho mayor hacia el mar; el resultado podía haber sido mucho peor», aclaró Blanco. Al año siguiente, en 1868, comienzan las primeras edificaciones, donde confluye todo: construcciones industriales, como la Fábrica de Gas; construcciones residenciales de todo tipo, y una construcción muy peculiar, que son los Campos Elíseos y el Teatro-Circo Obdulia, en la actual zona de Los Campos.
El siguiente gran momento se produce ya a principios del siglo XX, cuando se toma la decisión definitiva de ejecutar la construcción del Muro. En ese momento se forma la playa de San Lorenzo, con esa frontera física que se erige entre 1907 y 1914, proyecto del arquitecto municipal Miguel García de la Cruz, y que va a desligar lo que todavía era un arenal con dunas (similar al de la playa de San Juan de Salinas) al partir la playa en dos: por un lado ‘las casas de Beronda’, zona que se pasó a ser definitivamente playa, y por otro la parte que se rellenó para formar la plataforma de la avenida de Rufo García Rendueles y del paseo marítimo.

Tras este paso viene un periodo en el que se intenta ajustar el desorden y, entre 1937 y 1958, se empiezan a elaborar una serie de planes urbanísticos que plantean que la ocupación frente al litoral en el barrio de La Arena no se estaba desarrollando de forma correcta. Sobre todo, por la sobre edificación de la parte más próxima al casco urbano, donde estaban los balnearios o ‘las casas de Beronda’. «Aquí pasamos de un extremo a otro», apuntó el comisario.

Desde el Plan de Reformas Urbanas de 1937, que plantea echar la ciudad hacia atrás, o planes que abogan por una edificación controlada del frente marítimo del barrio de La Arena, como «las casas con jardín y sin altura que llegaron a construirse en la avenida de Rufo García Rendueles», hasta la vulneración de la legalidad vigente y de la normativa urbanística, con el desarrollo en altura de todo el espacio susceptible de edificar y construir a partir de finales de la década de 1950. Sobre todo, durante el periodo que va de 1965 a 1975, en pleno desarrollismo. «Esa es la herencia que nos deja la etapa de desarrollo urbanístico en esta parte de Gijón», subrayó.

La parte final de la transformación del arenal en el popular barrio de La Arena se produjo al tratar de encarrilar definitivamente «todo este desmadre de mediados del siglo XX» con la entrada en vigor del plan de ordenación de 1986: el Plan Rañada, liderado por José Ramón Rañada. «Puso unos parámetros de actuación en todo el concejo que son los que determinaron la ciudad del presente», advirtió Blanco.

A la inauguración asistió también la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Gijón, Montserrat López Moro, y la historiadora y directora de Proyectos del Museo del Ferrocarril, Nuria Vila. «Nos ofrece una mirada sobre la ciudad basada en la acumulación de estratos, llena de capas y con gentes que se suceden en el tiempo y en el espacio», destacó López Moro, mientras Vila reivindicó «el rigor científico y el pensamiento crítico» necesarios para asomarse al pasado.

María Agra. 12 de diciembre 2024. Diario El Comercio.

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