Cuentan en las enciclopedias que fue un ingeniero británico, un tal J. P. Knight, especialista en señales de ferrocarril, el inventor del semáforo. Y que el primero se colocó a finales de 1868, en plena época victoriana, en Westminster, el barrio gubernamental de Londres. Aunque también relatan que el 4 de agosto de 1914 (recién iniciada la Gran Guerra), se instaló el primer semáforo «moderno» en la ciudad estadounidense de Cleveland.
Los gijonéses tuvieron que esperar unos cuantos años más para ver en las calles de su ciudad el primer sistema de regulación vial con semáforos. Fue el lunes, 27 de julio de 1959 , cuando empezó a funcionar, a las diez de la mañana. Desde entonces, las luces rojas, amarillas y verdes se mimetizaron con el paisaje urbano, a pesar de las chanzas iniciales.
Cincuenta años después, la regulación semafórica local, que depende del Centro de Control Integral de Servicios (CCIS) situado en el edificio racionalista de la Jefatura de la Policía Local, en la calle de San José, se compone básicamente de 12 centrales de zona, 267 reguladores, 5.742 semáforos, 722 báculos, 1.666 columnas, 548 avisadores acústicos, un circuito cerrado de televisión con 31 cámaras de vigilancia de tráfico y 265 balizas luminosas colocadas en diferentes pasos de peatones para llamar la atención de los conductores y respeten la prioridad de los viandantes.
«El problema de la regulación automática del tráfico ya está virtualmente vencido. Hora era de que Gijón se viese liberado de esta penitencia urbana», escribía Carbayín el 1 de julio de 1959 en el diario local «Voluntad». Le hacía el periodista Carbayín una entrevista al «representante de la casa instaladora», a los dos meses de que comenzaran «a levantarse aceras y calzadas para el tendido de las líneas eléctricas alimentadoras de los semáforos», entre comentarios humorísticos del tono: «Esto, ya nos lo contarán los que vengan detrás».
Con un presupuesto de 2.600.000 pesetas, el Ayuntamiento (era entonces alcalde el militar de profesión Cecilio Olivier Sobera), ponía el resto en dotar a Gijón, que tenía entonces menos de 125.000 habitantes, contando la población total del concejo, de un completo sistema de semáforos. Era muy superior al de Oviedo, cuyo Ayuntamiento había contratado la instalación de señalizaciones luminosas con un presupuesto más «roñoso»: 800.000 pesetas que daban para treinta y seis postes.
El primer cruce regulado con semáforos, en pruebas, fue el de la calle de Ezcurdia con la de Menéndez y Pelayo, en el barrio de La Arena. A un lado, la Fábrica del Gas, y al otro, las instalaciones del Grupo de Cultura Covadonga, con su piscina, frontón, pista de tenis y cancha de baloncesto. En otra esquina, el bar Casa Manolo, y en la otra, la popular tienda de José el Castellano.
Cuenta Juan Martín Merino, «Juanele», vecino antiguo de la calle del Molino, que se colocó el primer semáforo en dicho cruce, que llamaban «de la muerte», por el gran número de accidentes que hubo allí, especialmente uno muy grave: el atropello de una mujer, que resultó muerta, y dos niñas, que sobrevivieron.
La prensa local de julio de 1959 está salpicada de críticas por la tardanza en poner en funcionamiento el sistema semafórico. El 21 de julio, en el editorial local de «Voluntad», se puede leer: «Gijón es ya una gran ciudad, el tráfico urbano se complica por días y la instalación de semáforos al modo de las grandes capitales era, a la vez, una necesidad y un interesante ornato».
El «palo» venía en el tercer párrafo: «Tal vez se ha demorado más de lo que se esperaba el funcionamiento de las señales luminosas. Pero todo llega, y ayer fueron hechas las pruebas iniciales, que continuarán hoy por sectores».
Antes del gran día de la puesta en marcha de los semáforos, el sábado, 25 de julio, «Voluntad» dedicaba la información principal de su página cuarta a dar cuenta, a cinco columnas, de que «El lunes comenzarán a funcionar todos los semáforos».
En el periódico también se informaba sobre las «normas a las que deberán sujetarse peatones y conductores». Por ejemplo, se explicaban los tres colores característicos de los semáforos: «El color rojo en el semáforo significa detención, el verde, paso libre, y el color amarillo, transición del verde al rojo (…) El color verde, en pasos para peatones, está regulado para 15 segundos, es decir, que el peatón tiene sólo ese tiempo para cruzar».
Por fin, el 27 de julio se inauguró la red semafórica y al día siguiente, en su primera página, «Voluntad» publicaba una foto a dos columnas, de Guerrero, del paso de peatones de la calle de Munuza con Corrida, semáforo incluido.
Las imágenes, con la excepción de la del Gaviotu, (Coses del Gaviotu de Rovés) pertenecen al periódico Voluntad.
Instalación semáforo en la esquina de Munuza con Moros. Archivo Padre Patac.
Los viejos semáforos de Gijón, con sus dos colores locales….casi se podían conocer por el número hasta que llegó el aluvión de «los amarillos».